domingo, 26 de enero de 2014

El violento virus televisivo...


Pronto voy a cumplir 51 años. Mayoría accionaria con la vida dirían muchos. Mi infancia y adolescencia transcurrieron en los años 70 en mi amada Caracas. Algunos la recordaran, las calles que hoy son viejas lucían un rostro joven, menos habitantes hacia mas fácil mantenerlas limpias. El transito fluía rápidamente, el aire se sentía mas puro. En la mañana y al final de la tarde la temperatura bajaba mucho, y el clima era fresco y agradable casi todo el año. Era un lugar amable, donde conocías a tus vecinos por nombre y apellido. Los carros eran enormes con capot y maletero plano donde podías sentarte sin rallarlo ni abollarlo, eran de una lata durisima y por la pintura no había que preocuparse. Nuestros rusticos jeans eran delicadas esponjas para ella. El vecino dueño del carro que usábamos como asiento saludaba sonriente y rematabas con un "me lo cuidan muchachos". En mi barrio no podemos decir que no habían malandros, pero ellos evitaban que los "muchachos sanos" se reunieran con ellos. Y la violencia aun cuando existía era poco habitual, tanto que la vieja costumbre de poner una casilla con una cruz donde había muerto alguien, solo se usaba para indicar un punto de encuentro. Nos vemos en la "virgencita" haciendo alusión a una casilla que señalaba el lugar de deceso de alguien devoto de la virgen.  Hoy en mi barrio no alcanzarían las aceras y callejones para albergar tantos recordatorios...

Multiplicidad de marcas para todos los productos y servicios, la tecnología hacia su entrada masiva en el país. Muchos podían acceder a carros nuevos con la apertura de grandes ensambladoras. Se notaba que hasta los mas humildes podían estudiar y tener esperanzas de mejorar. Los barrios populares apenas eran pequeños caseríos, donde ya el progreso daba sus primeros pasos. Venir a Caracas de interior rural se convirtió en la alternativa de superación de muchos. Enormes y recién equipados colegios y liceos públicos, rivalizaban en el buen sentido con los antiguos y tradicionales institutos privados. Recién el estado se estrenaba como empleador, ante una demanda de servicios públicos en acenso. Las empresas transnacionales imponían el modelo de patrón, con excelentes sueldos y beneficios. Para el año 73 el estacionamiento del "superbloque" de Sierra Maestra en el 23 de Enero, donde viví con la abuela, no se daba a basto con tanto carro, muchos de ellos nuevos del año. En la noche, la gobernación del Distrito Federal, proyectaba peliculas y documentales en las áreas comunes del bloque. Plaza Diego Ibarra, Parque del Este, Los Próceres, El Teleférico, Balneario de Macuto, Ciudad Vacacional Los Caracas, El Rió San Julian en Pariata. Por decir algunos de los sitios que el estado administraba para nuestro disfrute. Habían tres veces la cantidad de salas de cine que ahora, en el oeste centro y sur de la ciudad estos teatros son ahora iglesias de "pare de sufrir" y sedes del PSUV. De todos modos, bastaba con dar una vuelta en el carro de papá, por una hermosa y segura ciudad iluminada por múltiples y coloridos avisos de neón.

En la miriada de marcas de electrodomésticos que llegaban y sobre todo se ensamblaban en el país, se distinguían los televisores. Ocupando un lugar preferencial en nuestra sala, abrían ante mi joven mente un mundo de información y entretenimiento enorme, a pesar de los escasos canales que tenían señal. Noticieros donde veteranos narradores con personalidad editorial propia sentaban los principios de uno de los periodismos mas acuciosos y libres de toda América. Sin entenderlo muy bien, pero con ojos y oídos muy abiertos fui testigo de alzamientos post-perejimenistas en Puerto Cabello y Carupano, el violento derrocamiento de Allende, el asesinato de un presidente de EEUU, el primer alunizaje de un ser humano. También esa televisión me mostró la dramatizacion de lo que pasaba en la vida, y vi peliculas, series de guerra como: Los doce del patíbulo, Los puentes del Toko-Ri, Los comandos de Harrison, El agente de CIPOL, como televisión para adultos. En ese tiempo no existía clasificación de programación, la chancleta de mi tía imponía la censura. Como programación infantil: Monstruos del espacio, una de esas series de robots gigantes que combatían monstruos extraterrestres que demolían ciudades a cada rato. Igual Ultra Man y Ultra 7, eran distintos lo juro. Agente Fantasma, mi favorito!. Un comando ninja élite, que tenia las mas heroicas misiones y que te dejaban pagando brincos y dando patadas media hora después de haber terminado, mi hermano Felix y yo corríamos como locos por el pasillo del piso doce con un palo a manera de sable amarrado a la espalda. Mi abuela y mi tía, esa la de la chancleta comisionada de CONATEL, se daban durisimo con las novelas de la época. Algunas muy rosa, con las intolerables escenas, para un niño, de besos y abrazos románticos. Otras muy rudas, y con tramas un poco mas oscuras: La Loba, Cumbres Borrascosas,  Doña Barbara. Que me dejaban pegado al televisor hasta que el calzado corta nota de tía Irama se agitaba como la cola de una cascabel. Necesitaría escribir un libro del tamaño del Pequeño Larousse versión de Lux, para describir toda la programación de la época.

Solo una cosa era común en todos esos programas, series y peliculas. La muerte, simulada, sobrentendida, explicita, relatada, gráfica. Violencia y muerte. Los doce del patíbulo y los de Harrison competían entre si aniquilando nazis. Robert Vaunghn en el agente de CIPOL despacho espías con las maneras mas inimaginables de matar. Hasta el Super Agente 86 eliminó unos cuantos dejándolos caer torpemente de una azotea o haciéndolos volar en pedazos con uno de los artilugios que no sabia operar. Doña Barbara fue autora intelectual y material de varios crímenes. Y no se diga del programa Alfred Hitchcock presenta. Crecí, me forme con la violencia y la muerte en la pantalla chica, al igual que millones de venezolanos.

Al igual que millones de venezolanos, me entero por medio del ilustre y grande en sabiduría, Gobierno Bolivariano, que cuarenta años de televisión explicitamente violenta incubo como un maratonico virus de inimaginable paciencia. Y ZAAAAASSSS, nos convirtió en una raza salvaje justo en el momento que llego la revolución pacificadora. Ummm, laaaaaaa, alo! probando probando, sonido, soooonido. NO ME JODAAAAAAAS!!!!. Yo vi holocausto caníbal 5 veces y no salí a comerme a mi vecinita, aun cuando lo pensé, en diferentes circunstancias y maneras.... pero eso no viene al caso, disculpen el lapsus lujuris. 

El castigo es para el infractor como la criptonita para Superman, pero el castigo de verdad. Si el delincuente sabe que el 92% de los crímenes quedan impunes, y que los pocos que van a parar a la cárcel, llevaran encerrados una vida mas cómoda y divertida de la que tienen en la calle, con drogas, armas, licor, sexo y discotecas. Creen que les importe un pito que el personaje que interpreta Norkis Batista sea una asesina serial super buenota en una telenovela. No se si era a manera de disculpa o como siempre echándole el muerto a otro. Escuche al proclamado presidente Maduro, electo es otra vaina, "cuando la derecha pide mano dura contra el hampa, en realidad pide plomo contra los pobres"... A los pocos días en un rescate de un joven plagiado en el Zulia, el CICPC dio de baja a los cinco secuestradores, incluida a la cuidadora del menor cautivo. Una muchacha de 19 años con 5 meses de embarazo.

Haciendo un ejercicio de especulación sobre las cifras, tenemos una población penitenciaria de 70.000 personas. Pongamos que 200.000 mas están delinquiendo. Es menos del 1% de la población, que se vio afectado por la nocividad de la programación televisiva. Quiere decir que la solución del problema esta en otro lado. Ese virus esta confinado a menos de uno de cada cien ciudadanos susceptibles de padecerlo. Entonces hay que ocuparse de devolver la calle, las aceras, los parques, el país a los que quieren paz. Al igual que una enfermedad contagiosa, si eliminas los criaderos del vector que los transmite, es decir la impunidad. Y permites que la población resistente a la plaga sea la que ocupe los espacios donde se propaga la enfermedad, erradicas la epidemia!...

No es exterminando a un porcentaje de la población que solucionamos el problema, escucho a muchos pidiendo pena de muerte. Siempre he dicho que, "no es lo mismo llamar al diablo, que ver al diablo llegar", no pidas algo que a la final pueda venir a hacerte daño. Entregar al estado la potestad de decidir sobre nuestro derecho a la vida, con la tendencia de elegir caudillos que tiene nuestro pueblo, es poner en manos de estos una espada que se puede voltear en tu contra.

El 99% de la población es inmune a las armas biológicas disparadas desde la computadora del Sr. Leonardo Padron y sus colegas escritores, o las esporas nocivas despedidas por las caderas y pechos de Norkis Batista en su personaje de mala/buenota. Eliminando la impunidad, creando verdaderos centros de rehabilitación para los pocos contaminados, olvidando la conflictividad, robusteciendo e independizando al sistema judicial. Tendremos la esperanza de una sociedad mas sana, mas feliz. 

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